martes, 9 de septiembre de 2014

Delfino Pech Nah o de las estructuras "catrinas" de poder en los pueblos grandes de Yucatán

Gremio llevando en procesión a la virgen de la Asunción, Peto, Yucatán. Archivo fotográfico de Jesús Lizama


Don Delfíno Pech Nah, de oficio camisero, fue el único presidente municipal de Peto (1929-1931), que antes de la década de los noventa del siglo XX, venía completamente del segmento maya del pueblo. El cronista Máximo Sabido no señala esa característica étnica de Pech Nah, pero dice que tenía por oficio ser “peluquero” (en otro texto, señala que era “camisero”), “y que a pesar de su escasa preparación supo demostrar honradez y eficiencia durante su administración. En ese entonces Elías Rivero era el dueño de vidas y haciendas en Peto y pretendió imponer su voluntad ante Pech Nah, pero éste supo llevar con decoro la encomienda municipal.”[1]
A don Delfino, un socialista "moderado", las élites pueblerinas de Peto lo fueron constantemente acercando a sus círculos…En las notas de prensa se dice que este presidente municipal gustaba de asistir a los saraos organizados por antiguos miembros porfirianos y liberales, a los cuales he caracterizado como miembros conservadores que supieron lidiar, adaptarse y "camalonearse" en el nuevo estado de cosas suscitado a partir del periodo postrevolucionario. A don Pech, las fiestas, sobre todo si eran fiestas en su honor, le gustaban, y en serio.[2]
En la década de 1930, las élites mestizas porfirianas (pienso en Desiderio Alonso, en Máximo Sabido, en Rafael Sánchez Cervantes), habían efectuado completamente el "cooxviramiento", y ya tenían voz y voto en el PNR local.
A don Delfino Pech Nah, a pesar de sus dos apellidos indígenas, y a pesar de que hacía milpa, no podemos contabilizarlo como un elemento indígena disruptor del estado de cosas porfirianas que siguieron en el pueblo hasta bien entrado el siglo XX: como en los ayuntamientos de la segunda mitad del siglo XIX, el Ayuntamiento de Peto de la primera mitad del siglo XX y un poco después, tenía dueños, y estos casi siempre emparentaban de algún modo, y ninguno perteneció a la clase indígena del pueblo, que era y sigue siendo la gran mayoría: las estructuras de poder –así como las estructuras educativas y económicas- eran claramente “mestizas”.[3] 

Además, a la exclusión de elementos de poder indígenas en el Peto del siglo XX, se presentó otro tipo de poder étnico acunado desde la etapa del chicle, sino es que antes: en 1915 vemos que casi todos los comerciantes del pueblo eran de origen “otomano”;[4] y en años posteriores, apellidos libaneses como Teyer o Baduy, estarían compartiendo el poder con apellidos no indígenas que se remontan a la segunda mitad del siglo XIX. Apellidos como Alonzo y Calero, se presentan en el pueblo desde los primeros años del siglo XX: Pedro y Tomás Calero eran concesionarios del chicle con harto poder económico el primero, y que estaban posicionados en el bando no socialista, sino, como la mayor parte de las élites petuleñas venidas desde fines del siglo XIX, en el bando “liberal” de los conservadores del estado de cosas anterior a marzo de 1911, en el que hiciera su aparición en el pueblo la violencia campesina comandada por el platero Elías Rivero.[5]  

Sintomático del dejo de racismo –no hay otra palabra- que se deja ver en la praxis política cotidiana en el pueblo de Peto durante casi todo el siglo XX, es el comprobar que Delfino Pech Nah fue un "progresista", desde luego, pero un progresista del blanqueamiento en el pueblo, y que dejó escuela del blanqueamiento al final del siglo XX en presidentes municipales con uno o dos apellidos indígenas: Uluhuac, Yah, Aké Can, desde luego que no entran, por sus cotidianidades, a representar un cambio en la tónica mestiza de poder que se da en casi todos los pueblos grandes de Yucatán desde la segunda mitad del siglo XIX (el caso patético, es la racista Valladolid de los Peniche y de los Alcocer).

Es decir, podemos barajear la hipótesis de que, en el inconsciente colectivo del poder en Yucatán, la “barbarie” de la Guerra de Castas -la coalición de los batabes de los pueblos promoviendo el justo reparto del poder y la riqueza en el año de 1847- todavía es posible de comprobar mirando a las familias de “catrines” en los pueblos grandes de Yucatán que detentan el poder político y económico a contrapelo de visiones multiétnicas recientes del poder: En Tekax fueron los Romero en 1920 y siguen siendo los Romero, en Tzucacab fueron los Güemez; en Peto, siguen siendo los de siempre, desde luego, pero con algunos que hasta a fuerza han entrado al proceso de blanqueamiento en sus visiones galopantes del poder.




[1] Sabido Ávila, Máximo (1996), Mis memorias de Peto, Mérida, Edición del autor, p. 104.
[2]La noche del 25, con motivo del onomástico del señor Delfino Pech, Presidente Municipal de esta villa, la Sociedad Obrera Juvenil organizó un baile de asalto para festejarlo. Fue amenizado por el concierto local “Aurora”, bajo al dirección del profesor Fabián S. Arcilla. Al día siguiente el festejado obsequió a sus amistades con un almuerzo, al que asistieron las autoridades, el profesorado, el que suscribe, la directiva de la Liga y el Teniente de Infantería, jefe de la delegación de esta plaza, Petronilo Pool C.” Diario del Sureste, 30 de noviembre de 1931. “Peto…Onomástico.”
[3] En la segunda mitad del siglo XX, el que escribiera el libro Mis memorias de Peto, Máximo Sabido, tuvo a dos miembros de su clan familiar como presidentes municipales: César Ruiz Villanueva y Rubén Calderón Cecilio, yernos los dos, y el último de origen libanés en el segundo apellido. Por “estructuras mestizas de poder” entiendo a los miembros de la sociedad no indígena, o que no se creían tales, dirigiendo al pueblo en “cosas de política.”
[4] Cfr. AGEY, Fondo Justicia, serie Penal, sección Juzgado segundo de paz de lo criminal, subserie robo, asunto: Causa instruida a Luis y Ladislao Pech y socios por el delito de robo en la villa de Peto.
[5] En noviembre de 1919, se decía que: “De las monterías de la negociación chiclera Sacalaca de don Pedro Calero, se han estado llegando a esta villa grandes cantidades de esta preciosa resina. Alienta una esperanza verdaderamente consoladora la introducción de este producto, pues se nos refiere que tiene actualmente muy buena cotización en dólares y el propietario de la negociación señor Calero, ha comenzado a retribuir a sus jornaleros en especies metálicas…” La Revista de Yucatán, 25 de noviembre de 1919.  “Entrada de chicle”. Pedro Calero era miembro del Partido Liberal en el pueblo. Cfr. “De Peto”. La Revista de Yucatán, 16 de noviembre de 1919.


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