viernes, 3 de enero de 2014

DIATRIBA CONTRA LOS "TORNEOS DE LAZO": ¿CUÁNDO SE JODIÓ LA CORRIDA DE TOROS EN LOS PUEBLOS DEL YUCATÁN PROFUNDO?


Antes de comenzar mi filípica antilazaria, expongo mis cartas credenciales: señalo que soy un amante de la fiesta brava, que no me pierdo ninguna ocasión para presenciar el rito taurino, y que veo con buenos ojos –desde que tengo uso de razón-, que en los pueblos perdidos de Yucatán se den “corridas de toros” sui generis. Subrayo la frase corrida de toros, porque recientemente, esa fiesta brava de los pueblos (que varios estudiosos le han señalado sus continuidades prehispánicas en símbolos mayas, como el árbol de yaxché que se acostumbraba plantar en medio del ruedo de “tablados”) ha sido tergiversada, modificada, y corre el peligro de desaparecer frente a los “torneos de lazo”, esa absurdidad venida de Tizimín, y en donde el rito taurino se difumina sin más ni más y los toreros de pueblo bajan a una condición de marionetas, y en donde los toros dejan de inspirar terror para inspirar tristeza. ¿Cuándo comenzaron los torneos de lazo a gangrenar la fiesta brava de los pueblos? 

En la conceptualización establecida por Hobsbawm, esta tradición inventada por empresarios tizimileños no pasa ni una década, faltaría un tesista en antropología social o en historia para comprobar esta aserción, revisando los periódicos de la década de 1990 y la primera década del siglo XXI, para fichar el comienzo de esa estolidez llamada “torneo de lazo”. Pero si la fuerza de los “torneos de lazo” es, para qué negarlo, creciente entre buena parte del público que asiste a las fiestas de pueblo, esto indica un malestar entre la cultura de ese estrato de la población yucateca que asiste a observar esas estolideces degradantes. Sólo indica su enfermedad, sólo indica su salvajismo sin más ni más. Y aquí comienzan mis diatribas contra el público que asiste a los “torneos de lazo”.

No sé cómo esta canalla de cacasenos y cacasenas, de retrasados mentales, de infinitamente indigestos y vacunamente asquerosos que se disfrazan –sí, se disfrazan a lo western- para ir a la corrida más mísera de pueblo, les pueda llegar a gustar esas mierdas llamadas "torneos de lazo". Y aquí tengo que decir, que estos “torneos de lazo”, son muy gustados, no en pueblos completamente indígenas de Yucatán, sino en pueblos grandes, mestizos, como los pueblos grandes asentados en las estribaciones de la sierrita Puuc –de Ticul a Peto-, en Sotuta, en pueblos grandes alrededor de Mérida, y en el oriente.

Y yo no le veo, como diría el vulgo, “el chiste” a esos torneos de lazo. Y es que esos espectáculos son infinitamente pueriles, amorales, que denigran la fiesta brava (no me refiero a la "corrida de toros" de los pueblos, sino a los torneos de lazo exclusivamente), dan asco y me revuelven el estómago ver las caras gordas, seborreicas de los vaqueritos, el olor a fritangas podridas que se vende entre estiércol de caballos y orines de borrachos para aderezar la expectativa de ver las repeticiones mecánicas de lazar un toro apenado de su condición, los caballitos enanos (el caballo yucateco, o caballo pueblerino yucateco, da pena ajena por su enanismo de más de 500 años mal comiendo maíz y rastrojos de ramón) brincando como perros desagradecidos, el grito de ese "público conocedor" que está ahí y asiste a los "torneos de lazo" solamente porque quiere ver tripas al aire de alguna de estas jacas tristes. Además, esas mierdas de los torneos de lazo son extremadamente, patéticamente aburridos. Sucede así:

1000 o 10,000 caballos enanos con vaqueritos seborreicos aguardan detrás de una reja de maderas del coso de bajareques, a que saquen a un toro para poder lazarlo. El toro sale al ruedo de bajareques y polvo, y en la punta de enfrente está un torero gordo, con el traje de luces completamente apagado y raído, que deja ver hasta su trusa también apagada y raída, y las zapatillas de este torero están embadurnadas de mugre de fiesta, de lodo y caca de fiesta (no descarto que hasta manchada con caca humana). El torero hace venir al toro donde se encuentra, y cuando ven que el toro está de la otra punta, entonces abren la reja y salen desbocados los rocines enanos con sus vaqueros seborreicos. Pero antes, se me olvidó decir cómo son los toros de estos torneos de lazo.

De más de 7 toros que vi hoy en un torneo de lazo (asistí pensando que presenciaría una corrida de toros como manda el reglamento, y al saber de lo que se trataba, le vomité al palquero que me vendió los boletos, su imbecilidad de no decirme qué es lo que había, pero luego decidí quedarme para ver ese espectáculo triste y escribir una filípica expresando mi fiel y lúcido asco), los siete tenían varias taras, estaban defectuosos: más de uno tenía sólo un cuerno (y éste, chueco), otro tenía todas las mataduras posibles en su cuerpo raquítico, uno era tuerto, otro renqueaba, uno más era hueso y pellejo, y todos, todos, eran animales tristes, sin fuerza y sin voluntad para poder ir contra los 10,000 caballos enanos con sus diez mil vaqueritos morcilludos y seborreicos que los cercaban, los maltrataban, los lazaban, les torcían el cuello, los botaban, los amarraban de las piernas para que el animal cayera y el público gritara como la más perfecta puta de pueblo con naquera tumultuaria. Me dieron lástima esos animales, y más lástima al ver cómo esos toros buscaban con ansias el lugar de salida, esos animales no eran, no son, como los bravos toros de lidia que vemos en el coso de insurgentes del DF, o en el coso taurino de Mérida: eran toros de muladar, de rastro municipal cuya carne no sirve ni para un mísero chocolomo.

En fin, esa escena de lazar al toro y meterlo, fue un fraude, un vil y aburrido fraude, un fraude mecánico, repetitivo: el toro se dejaba lazar, entraba luego él solo al pasillo de donde vino, y el “público conocedor” gritaba, sus gritos eran los gritos que cifraban la pobreza cultural de un pueblo yucateco –o de los pueblerinos yucatecos- en estado terminal. Los torneos de lazo son la involución, el verdadero peligro que se cierne contra la fiesta brava de los pueblos del Yucatán profundo. La pregunta es, ¿cuándo se jodió la fiesta brava de los pueblos de Yucatán?

1 comentario:

Unknown dijo...

me he hecho la misma prgunta una y otra vez, por q se permiten estos espectaculos morbosos,deberian prohibirlos

Archivo del blog